Al llegar a la cocina, como cada mañana, para encender la hornilla del café y salir al garaje a recoger el periódico, me di cuenta de que no estaba. Lo llamé, y nada. A partir de ese momento Mario y yo no hemos dejado de silbar fuerte, a ver si vuelve.
Puede que muchos, gente realmente sin alma e ignorantes de lo bien que le hace al alma ser agradable con el cosmos entero, se rían de las personas que experimentan verdaderas amistades con los perros. Yo misma era escéptica hace algunos años, pero hoy no creo haber visto tanta sinceridad y aprecio en otra mirada. Siempre he dicho que Garo esconde tras sus ojos el alma de una persona, porque a veces nos mirábamos de tú a tú y no daba miedo. ¡Es la caña de España hablar con Garo! Así que no me pidan que deje de extrañarlo, voy a ser tan optimista que las buenas vibraciones tendrán que hacer girar al cosmos.


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